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El Trastorno Obsesivo-Compulsivo Infanto-Juvenil

Hasta donde puedo recordar, cuando era niño, todo lo que formaba parte de mi mundo tenía que ser perfecto. Mi ropa debía estar doblada y colgada en el armario de una cierta manera, los libros tenían que seguir un orden alfabético y estar alineados uniformemente en la estantería. Debía llevar los zapatos tan brillantes que casi pudiera verme en ellos, y si cometía un error en mis deberes y tenía que borrar algo, la presencia de la más mínima mancha me llevaba a repetirlo todo de nuevo.

Me decía a mí mismo que algo malo podría ocurrir si las cosas no eran perfectas.

Creía que era el único niño del mundo que tenía estos sentimientos y que estaba loco. Por eso lo mantenía en secreto.

Pero ahora, como adulto, sé que hacía estas cosas porque no controlaba la situación. Se trata de un trastorno común llamado Trastorno Obsesivo Compulsivo, TOC.

El Trastorno Obsesivo-Compulsivo, conocido también por las siglas TOC, se cataloga entre los trastornos de ansiedad. El TOC se caracteriza por la presencia de obsesiones y compulsiones repetidas que causan intenso malestar psicológico e interfieren en la rutina, en el trabajo, en las actividades sociales y en las relaciones familiares del niño que lo padece.

Una obsesión es una idea o pensamiento repetitivo inquietante, desagradable y no deseado, que surge reiteradamente y de forma incontrolable en la mente del niño con TOC, causándole un temor persistente y un alto nivel de ansiedad.

La compulsión es un comportamiento ritual estereotipado que se lleva a cabo, durante mucho más tiempo de lo normal, de forma repetitiva e ininterrumpidamente, y al que el niño con TOC recurre para reducir la ansiedad provocada por una idea obsesiva.

El niño con TOC se ve atrapado en un esquema de pensamientos inquietantes y desagradables (obsesiones) o por conductas repetitivas y rituales (compulsiones) que no puede controlar. Para alguien ajeno a esta enfermedad, estas obsesiones y compulsiones carecen de sentido; pero quien padece TOC no puede evitarlas: le provocan ansiedad, le generan una tremenda angustia y le causan un gran sufrimiento.

Lo cierto es que, durante la niñez, se dan muchos comportamientos obsesivo-compulsivos que no corresponden al TOC. El niño sano desarrolla rituales sin que éstos interfieran en el resto de su vida y de su comportamiento. Puede jugar a no pisar las rayas de la acera mientras camina, o llevar el día del examen un objeto concreto que considera que le da suerte, o mostrarse muy meticuloso con sus pertenencias personales, o ser autoexigente con sus estudios, o comprobar que la puerta de la entrada está perfectamente cerrada cuando se queda solo en casa..... Pero este chico es alegre, tiene amigos, es sociable, su proceso de aprendizaje es correcto y va bien en el colegio...

Por las mañanas, tardaba ni se sabe cuánto en salir de casa para ir a la escuela. Daba la sensación de que siempre tenía problemas con la profesora de quinto por llegar tarde.

Pero, cómo explicarle que el cerebro me decía "Ana, todas las mañanas, antes de salir de casa, tienes que comprobar que todos tus zapatos están perfectamente alineados en el armario". La señorita Estévez habría pensado que estaba loca. Nunca le dije nada sobre lo difícil que me resultaba prepararme por las mañanas. Durante casi un año, me pasé una hora diaria como mínimo intentando colocar los zapatos en el armario de forma "correcta", y así poder irme tranquila a la escuela. Hasta que no me parecía "correcto", no podía dejarlo.

Nunca pude averiguar qué era lo que convertía en "correcto" algo que tenía entre manos. No tenía sentido para mí.

Era como tener un intenso picor. Si no me rascaba, me sentía incómoda. Pero tan pronto como me rascaba, me sentía "bien" otra vez. O al menos hasta que sintiera un nuevo picor. El problema era que parecía tener esos picores dentro de la cabeza.

Por ejemplo, me decía a mí misma que si podía tocar cinco veces la pared de donde colgaba un gran mapa de España, nada malo me ocurriría.

Los niños y adolescentes con TOC tienen tanto compulsiones como obsesiones.

Las obsesiones rondan, frecuentemente, en torno a los siguientes temas:

El sexo : piensan en la diferencia biológica entre niño/niña, pero creen que no deben pensar en ello y que tener estas ideas no está bien.

Las enfermedades : Piensan que ellos o sus padres pueden tener una enfermedad grave.

Miedo a contaminarse.

Temor a equivocarse o hacer las cosas incorrectamente.

La muerte : Piensan en la posibilidad de morir ellos o algún familiar cercano.

 

Las compulsiones más frecuentes son:

Lavarse continuamente : pueden estar lavándose las manos sin parar durante más de 1 hora; lo que puede degenerar en un problema dermatológico.

Limpiar constantemente : No soportan la suciedad.

Realizar comprobaciones una y otra vez .

Preocupación excesiva por el orden.

Acumular cosas sin desprenderse de nada : Son incapaces de tirar nada.

Repetir constantemente una acción : Sienten que tienen que hacer las cosas un número concreto de veces o de una forma determinada o, de lo contrario, sucederá algo malo, bien a ellos o a sus familiares.

Óscar, de nueve años, estaba sentado en silencio en su pupitre al fondo de la clase borrando la última palabra que había escrito. Debía tener mucho cuidado porque ya había borrado esa palabra tantas veces que el papel empezaba a romperse.

Le habría gustado pedir a la profesora una hoja nueva, pero no se atrevía. Miró alrededor a los demás alumnos y se dio cuenta de que casi habían terminado el trabajo. ¡Él ni siquiera había escrito dos líneas completas! Óscar empezó a preocuparse.

Sabía que muy pronto la señorita Martín les pediría que entregaran los trabajos y, otra vez, tendría problemas por no haberlo terminado.

El TOC infanto-juvenil puede empezar a manifestarse cuando el niño tiene entre 8 y 9 años, aunque se han registrado casos de chicos con un cuadro clínico severo con tan sólo 8 años e, incluso, de niños que a la edad de 3-4 años ya han desarrollado síntomas. La edad de inicio más frecuente se sitúa entre los 15 y los 20 años.

Si, durante largo tiempo, el TOC se consideró una enfermedad rara entre la población infanto-juvenil, actualmente se estima que 1 de cada 100 jóvenes padece TOC, un índice de prevalencia que los expertos consideran que puede ser aún mayor si se tiene en cuenta lo difícil que, en muchas ocasiones, resulta identificar casos de TOC entre esta población, fundamentalmente por dos motivos: por ser una enfermedad que los familiares no saben reconocer o "niegan" (es habitual que pasen hasta 10 años desde que se manifiesta hasta que es diagnosticada por el especialista), y por tratarse de un trastorno psiquiátrico que se desarrolla con frecuencia asociado a otros trastornos psíquicos.

Alicia, que tenía ocho años, estaba muy preocupada. A pesar de que lo intentaba con todas sus fuerzas, no recordaba cuántas oraciones había rezado. Todas las noches, cuando Alicia se preparaba para acostarse, hacía lo mismo. Por cada botón de la camisa del pijama que se abrochaba, rezaba una oración en voz alta. Había seis botones, lo que equivalía a seis oraciones. Pero esa noche se confundió y no podía acordarse de si había rezado las seis oraciones o sólo cinco.

- Hora de irse a la cama, querida -dijo su abuela entrando en la habitación. Adentro. Retiró las sábanas, pero Alicia se apartó rápidamente de su abuela.

- Todavía no, abuela. No he terminado mis oraciones. Mejor que empieces desde el principio - pensó Alicia -, para estar segura.

 

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Las repercusiones de TOC tienen lugar en tres áreas importantes de la vida del niño: en su carácter, en su socialización y en su rendimiento escolar.

 

Cambia su comportamiento y su carácter : se muestra más retraído, irritable y hostil; o está más triste sin motivo aparente; o reacciona bruscamente ante un suceso sin importancia.

Baja su rendimiento escolar, porque es incapaz de concentrarse en nada más que no sean sus rituales compulsivos e ideas obsesivas. Es frecuente el fracaso escolar.

No tiene amigos, ya que dedica todo su tiempo a sus obsesiones y compulsiones: los demás niños le ven como un chico "raro" y le marginan, o él mismo huye del contacto con los demás al verse rechazado o al sentir vergüenza de su comportamiento. Muchos chicos con TOC piensan que son "bichos raros" porque se dan cuenta de que nadie se comporta como ellos, creen que son los únicos que actúan de ese modo e, incluso, llegan a creer que se están volviendo locos.

 

El Sr. Martínez estaba muy preocupado porque su hijo Alberto le había contado que últimamente pensaba cosas terribles. Por ejemplo, la otra noche vieron juntos en la televisión un accidente de coche.

Alberto no pensó ni habló sobre otra cosa durante tres días. Estaba tan impresionado que ni siquiera pudo ir al colegio. A partir de entonces, cuando su padre se marchaba de casa para irse a trabajar, Alberto le llamaba cada hora para comprobar que estaba bien. Luego, de repente, esos miedos desaparecieron tan rápidamente como habían empezado.

Por cariño o por desconocimiento de esta enfermedad, los padres no suelen pensar que su hijo padece un trastorno psiquiátrico: tienden a considerar que sólo son "cosas de niños" o rarezas que irán pasando con la edad. Unos, reprenden al chico y, otros, se convierten en sus cómplices. Cuando lo cierto es que, si no es tratado el trastorno, la frecuencia e intensidad de las obsesiones y las compulsiones del niño generalmente irán aumentando y la enfermedad se agravará. Y en el futuro puede tener dificultades en el funcionamiento social, laboral y personal.

Al mirar por la ventana, Miguel vio a su hermano y a sus amigos jugar a béisbol en el prado que había detrás de la casa. Ojalá pudiera ir afuera y jugar con ellos. Hacía un día espléndido y no quería quedarse encerrado limpiando su habitación.
Pero aunque quisiera dejar de limpiar, no podía. No lo entendía.

Solía sentirse bien cuando limpiaba su cuarto, pero ahora se sentía estúpido. Suspirando hondo, Miguel dio la espalda a la ventana y empezó a ordenar los cajones de su mesa uno a uno.

Como en los adultos, para tratar el TOC infanto-juvenil se utiliza tanto el tratamiento psicofarmacológico como la terapia cognitivo-conductual que sirve para reeducar los hábitos del niño y para que aprenda a controlar su ansiedad. Con frecuencia también se utilizan ambas opciones de manera combinada.

María ha finalizado el curso académico y se ha ido unos días de campamento. Al regresar, el monitor habla con los padres y les comenta el extraño comportamiento de la niña: tuvieron que instalarla a ella sola en una tienda de campaña, porque no soportaba y le angustiaba que los demás niños desordenaran sus pertenencias.

Además, no participaba en las actividades y juegos, ya que dedicaba prácticamente todo el día a ordenar y colocar, una y otra vez, sus objetos; lo que la dejaba exhausta, sin ganas ni tiempo para hacer nada más.

Con la ayuda de un tratamiento adecuado la mejoría es considerable y el niño puede adaptarse a llevar una vida relativamente normal. Para que ello sea posible es necesario coordinar los esfuerzos de médicos, psicólogos, familiares y profesores. El conocimiento de las características del trastorno por parte de familiares y maestros y de cómo contribuir a su desarrollo y aprendizaje normal son elementos clave en el alcance de este objetivo.

* Nota: La información facilitada en este portal es sólo de carácter orientativo. Recuerde que únicamente el profesional de la salud está capacitado para efectuar un diagnóstico.

 

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