Leyendo a Antonio Machado en su Juan de Mairena, éste les dice a sus alumnos:
"Preguntadlo todo, como hacen los niños. ¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro? ¿Por qué lo demás allá? En España no se dialoga porque nadie pregunta, como no sea para responderse a sí mismo. Todos queremos estar de vuelta, sin haber ido a ninguna parte. Somos especialmente paletos. Vosotros preguntad siempre, sin que os detenga ni siquiera el aparente absurdo de vuestras interrogaciones. Veréis que el absurdo es casi siempre una especialidad de las respuestas.
. Porque yo no olvido nunca, señores, que soy un profesor de Retórica, cuya misión no es formar oradores, sino, por el contrario, hombres que hablen bien siempre que tengan algo bueno que decir, de ningún modo he de enseñaros a decorar la vaciedad de vuestro pensamiento."
¡Qué modelo a seguir! El no dar nada por supuesto. Cuestionar todo, mediante la pregunta, aunque pueda parecer absurda. Ya después uno dirá algo que merezca la pena, o por lo menos que haya sido bien pensado por uno mismo.
Nada fácil de hacer, ya que tendemos con frecuencia al nulo cuestionamiento o a coger rápidamente las ideas de otros sin haberlas previamente filtrado .
Aparte de enseñar, ese sería un cometido obligado para cualquier profesor con sus alumnos. Y después, una tarea hacia nosotros mismos.