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Terapia Infantil: Acoso escolar

INTRODUCCIÓN

¿QUÉ ES EL MALTRATO ENTRE IGUALES?

¿QUIÉN PARTICIPA EN LAS SITUACIONES DE MALTRATO?

¿POR QUÉ OCURREN ESTOS EPISODIOS?

¿QUÉ TRASCENDENCIA PUEDEN TENER ESTOS CASOS?

OS HEMOS ENTERADO POR INDICIOS DE QUE NUESTRO HIJO ESTÁ SIENDO ACOSADO Y MALTRATADO CUANDO YA HAN OCURRIDO MUCHAS AGRESIONES, ¿POR QUÉ NO HA CONFIADO EN NOSOTROS?

¿CÓMO PUEDO AVERIGUAR QUE MI HIJO O HIJA ESTÁ SUFRIENDO ACOSO O MALTRATO POR PARTE DE SUS COMPAÑEROS?

¿QUÉ PODEMOS HACER CUANDO NUESTRO HIJO ESTÁ INVOLUCRADO EN UNA SITUACIÓN DE MALTRATO EN LA ESCUELA?

QUÉ RELACIÓN DEBO MANTENER CON EL CENTRO ESCOLAR

Y SI, A PESAR DE TODO ELLO, MI HIJO SIGUE RECHAZADO Y NO QUIERE IR AL CENTRO ESCOLAR, ESTÁ DEPRIMIDO, ETC., O POR EL CONTRARIO CONTINÚA AGREDIENDO A COMPAÑEROS Y PARTICIPANDO EN PROCESOS DE MALTRATO A OTROS COMPAÑEROS...

Nos dedicamos a ti. En Pozuelo desde 1997.

Centro Sanitario autorizado por la Comunidad de Madrid. Consulta de Psicología nº CS9146 - Aviso Legal AtenPsi

 

 

 

 


INTRODUCCIÓN

 

Con frecuencia algunos padres se muestran preocupados por el estilo de relaciones que establecen sus hijos o hijas con sus compañeros de colegio. Pero sea como fuere la vida relacional de los hijos, especialmente a partir de la preadolescencia (10 años) y hasta los 16 años, se nutre de unos profundos cambios e incertidumbres que pueden provocar malas relaciones y especialmente maltrato reiterado entre compañeros.

Los estudios nos indican que aproximadamente uno de cada tres adolescentes entre 12 y 16 años se ve involucrado -ya sea como agresor o como víctima- en situaciones de abuso, cercanas a veces al maltrato grave. Sin embargo, los porcentajes de chicos y chicas que sufren o ejercen un maltrato grave -por su intensidad o por su duración- son drásticamente más bajos: del 2% al 4% de los jóvenes. Por lo tanto, en la mayoría de los casos, la intervención será preventiva o para tratar incidentes de baja intensidad.

A pesar de que cada caso de relación dañina entre adolescentes debe ser analizado en su singularidad y abordado desde la serenidad, prevaleciendo la imperiosa necesidad de detener el daño y restablecer un equilibrio de poder entre agresor(es) y víctima(s), existen no obstante ciertas claves que nos pueden facilitar la prevención, el análisis y la intervención en este tipo de hechos. Pretendemos aquí exponer dichas claves y establecer algunas pautas de actuación que nos ayuden a saber tratar los incidentes por maltrato entre chicos y chicas en edad escolar.

 

 

¿QUÉ ES EL MALTRATO ENTRE IGUALES?

 

Uno de los grandes problemas que suscita este fenómeno es la grave dificultad que tenemos para detectar las agresiones que pueda estar padeciendo un adolescente por parte de sus compañeros. A menudo este fenómeno pasa desapercibido o es mal interpretado por los adultos. De ahí que debamos observar atentamente para descubrir el proceso de victimización, basándonos a veces sólo en indicios poco claros o en rumores.

El maltrato entre compañeros puede aparecer de formas muy diversas. No solamente se manifiesta a través de peleas o agresiones físicas, sino que con frecuencia se nutre de un conjunto de intimidaciones de diferente índole que dejan al agredido sin respuesta. Veamos algunas:

  • Intimidaciones verbales (insultos, motes, hablar mal de alguien, sembrar rumores,...)
  • Intimidaciones psicológicas (amenazas para provocar miedo, para lograr algún objeto o dinero, o simplemente para obligar a la víctima a hacer cosas que no quiere ni debe hacer)
  • Agresiones físicas , tanto directas (peleas, palizas o simplemente "collejas") como indirectas (destrozo de materiales personales, pequeños hurtos,...)
  • Aislamiento social , bien impidiendo al joven participar, bien ignorando su presencia y no contando con él/ella en las actividades normales entre amigos o compañeros de clase.

También se dan situaciones de maltrato por acoso de tipo racista , cuyo objetivo son las minorías étnicas o culturales. En estos casos lo más frecuente es el uso de motes racistas o frases estereotipadas con connotaciones despectivas. Igualmente se producen situaciones de acoso sexual que hacen que la víctima se sienta incómoda o humillada. En los últimos años ha ido en aumento el acoso anónimo mediante el teléfono móvil o a través del correo electrónico con amenazas o palabras ofensivas.

Sin embargo, a veces, una pelea entre compañeros en situación de igualdad puede ser interpretada como maltrato, especialmente por parte del que ha perdido la pelea. Es difícil determinar cuándo se trata de un juego entre iguales, incluso amigos, y cuándo de acciones violentas con intención de hacer daño. Por eso, debemos entender que se considera maltrato toda " acción reiterada a través de diferentes formas de acoso u hostigamiento entre dos alumnos/as o entre un alumno/a y un grupo de compañeros - cosa que suele ser más frecuente - en el que la víctima está en situación de inferioridad respecto al agresor o agresores ". Así, una pelea entre amigos o compañeros derivada de un malentendido, aunque preocupante, puede ser abordada desde el acuerdo mutuo de no agredirse más o incluso haciendo las paces.

Esto, sin embargo, no se da nunca en las situaciones de maltrato. La intensidad del daño puede ser tal - en caso de haberse prolongado durante mucho tiempo dicha situación o de haberse realizado agresiones de gran intensidad - que exigirá una intervención más compleja y con la participación de mayor número de personas.

Del mismo modo hay que distinguir el maltrato entre compañeros de las conductas antisociales o incluso criminales, que deben ser tratadas por las instituciones apropiadas (policía, fiscalía de menores,...) Tal sería el caso de agresiones con armas u objetos punzantes, robos, abusos sexuales, amenazas graves o aquellas en que la vida de la víctima corra peligro. En cualquiera de estos casos, además de ponerse en contacto inmediato con el centro escolar, la familia no debe dudar en denunciar el hecho a la policía en cuanto tenga constancia del mismo.

 

¿QUIÉN PARTICIPA EN LAS SITUACIONES DE MALTRATO?

El maltrato viene asociado a una situación de dominio-sumisión y tiene un gran componente colectivo al ser un hecho conocido, en la mayoría de los casos, por otros compañeros, además de por los agresores y la víctima. Por otra parte, esta situación suele pasar desapercibida para los adultos (padres y profesores). Por ello se dice que en las situaciones de maltrato entran en juego los siguientes miembros:

  • una víctima, que sufre las agresiones;
  • uno o varios agresores, que ejercen su dominio a través del abuso y el hostigamiento;
  • los compañeros, que observan los hechos y que callan por múltiples razones, o no apoyan con suficiente fuerza a la víctima en el cese de la agresión; y
  • los adultos, que no están suficientemente alertas como para detectar a tiempo la situación de indefensión que vive la víctima.

Cuando se meten con una persona de forma persistente, esta vivencia puede causar miedo, tristeza, inseguridad y disminuye la autoestima. Todo ello interfiere en la vida académica provocando, con frecuencia, absentismo y malos resultados. Puede repercutir también en la vida adulta de la víctima, dificultando sus relaciones sociales y especialmente su seguridad y autoconfianza.

Por otro lado, es importante que los agresores entiendan que no es lícito obtener poder y salirse con la suya agrediendo a otros. Si los adultos no se lo explicamos con claridad, ellos perpetuarán su comportamiento en la edad adulta y tendrán más probabilidades de encontrar dificultades con la ley en la adolescencia.

 

¿POR QUÉ OCURREN ESTOS EPISODIOS?

 

Las causas por las que un chico o una chica arremete constantemente contra otro compañero o compañera, llegando a crear una situación abusiva de dominio, son múltiples. Los estudios sobre este asunto indican factores personales, familiares y sociales del agresor y la víctima, así como factores relacionados con la cultura escolar.


AGRESOR:

Factores personales, familiares y sociales: Las relaciones y sentimientos de los padres del agresor hacia su hijo son trascendentales, ya que modelan comportamientos que más tarde serán repetidos por él. La característica compartida por los agresores es la falta de empatía , es decir, la incapacidad para ponerse en el lugar del otro, la no creencia en que sus actos repercuten en otra persona que los siente y padece como un tormento. A menudo el agresor puede llegar a pensar que la víctima se lo merece, pues las acciones de éste le han provocado y han precipitado la reacción intimidatoria.

El matón , el agresor líder, a pesar de su impopularidad entre los compañeros de clase, consigue con sus actos que su posición en el grupo, su reconocimiento, mejore, demostrando ante los demás que es fuerte al producir miedo y manifestar prepotencia en sus relaciones con aquellos que no pertenecen a su grupo. Al principio, el agresor se meterá con su víctima con malos tratos de intensidad baja pero, conforme transcurra el tiempo y observe que su víctima carece de protección, irá aumentando la intensidad y frecuencia de los abusos, creando un círculo vicioso de agresión, un proceso de victimización, que de ninguna forma debe proseguir.

Factores relacionados con la cultura escolar y formación de grupos: De sobra es sabida la importancia que tienen los amigos, el grupo de iguales, para el desarrollo evolutivo de niños y adolescentes. En ocasiones este factor grupal refuerza la unión y consistencia del grupo a través de terceros, los chivos expiatorios, que sirven para reforzar los vínculos de amistad, clave en la preadolescencia y adolescencia. Por ello, el maltrato tiene el momento de mayor intensidad y frecuencia desde los 11 a los 13 años, si bien es en el arco de edad de los 12 a los 16 años donde mayor número de estudios se han realizado. El grupo de agresores a veces se constituye formalmente alrededor del proceso de victimización y actúa paulatinamente, creando una conciencia colectiva en la que la víctima es cada vez menos estimada y valorada, lo que favorece que las agresiones aumenten en cantidad e intensidad.

Por otro lado la actitud de la escuela y el clima de relaciones interpersonales y de respeto entre sus miembros es un factor muy importante. Las escuelas que permiten y favorecen que los alumnos comuniquen sus dificultades y en las que éstos se sienten escuchados serán capaces de prevenir e intervenir cuando empiecen los hostigamientos. El agresor sabrá que existe una clara oposición a las acciones de prepotencia y agresión que quiera realizar.


OBSERVADORES:

El grupo de los observadores posee una influencia crucial en el curso de los acontecimientos, pues en el caso de oponerse a las agresiones, los agresores perderán justificación y poder y tendrán que ejercer mayor número de agresiones a más víctimas o cejar en su empeño. El miedo a ser ellos mismos los atacados por los agresores sirve de barrera psicológica para irse separando paulatinamente de la víctima. Pero los observadores han de entender que es el parámetro moral compartido por todos ellos lo que les ha de unir, tanto si es a favor de los agresores como si optan por la víctima, y ahí reside precisamente su fuerza para parar los hostigamientos y amenazas.


VÍCTIMA:

Factores familiares, personales y sociales: Si difícil es determinar el perfil del agresor, más difícil es precisar las características de las victimas sin estigmatizarlo. Los factores familiares asociados a este perfil apuntan a la sobreprotección como causa primordial, que impide el desarrollo social del chico o de la chica conforme a su desarrollo evolutivo. Sin embargo no todas las víctimas son iguales. El gracioso , el provocador y el molesto se sitúan en la fina línea que separa a la víctima del agresor, pudiendo representar ambos papeles.

Aún así, podemos trazar una característica compartida por las víctimas: su falta de competencia social, la cual se refleja en su carencia de asertividad; esto es, su dificultad para saber comunicar sus necesidades claramente y para hacerse respetar por los demás. Su situación de víctima refuerza su vulnerabilidad y le debilita socialmente ante los otros -ante el conjunto de los compañeros, no ya sólo ante sus agresores- y pierde popularidad paulatinamente entre sus iguales. A menudo su situación académica se deteriorará y sufrirá estrés emocional, que contribuirá a aumentar las dificultades de aprendizaje que se le presenten. El miedo y la sensación de incompetencia tanto como el sentimiento de culpa le impedirán comunicar sus dificultades a otros, pudiendo llegar a situaciones de depresión y a una importante falta de autoestima.

A pesar de todo lo dicho, debemos tener presente que puede acabar siendo víctima cualquier chico o chica que no tenga el amparo de sus compañeros. Ante los ojos del agresor, cualquier razón es suficiente para convertirse en víctima: los rasgos físicos, la indumentaria, la capacidad intelectual, la sensibilidad artística, los buenos resultados académicos, etc. En resumen, cualquier forma de diferencia, de distinción, cosa que es realmente preocupante, porque constituye el germen de la intolerancia y la insolidaridad.

Factores relacionados con la cultura escolar y la formación de grupos: La víctima, cuando comienzan a meterse con ella -a menudo a través de insultos, rechazos, motes,...- irá perdiendo apoyos entre sus compañeros, pudiendo llegar a sentirse, incluso, merecedor de la agresión por algún problema personal que pueda o imagine tener. Si continúan los malos tratos puede sentirse totalmente aislado de sus compañeros y sufrir un infierno personal.

Las escuelas conscientes de la diversidad de su alumnado están atentas a los componentes emocionales de sus miembros, trabajan la cooperación y el compromiso entre alumnos y reconocen la valía personal de cada uno de sus alumnos. Más allá de la competitividad y la búsqueda exclusiva de buenos resultados académicos, dichas escuelas estarán prestas a crear ambientes de confianza y escucha ante los conflictos entre alumnos. Las víctimas tienen que sentir que en su medio escolar se les apoya y que tienen derecho a comunicar su situación de indefensión. Las escuelas que trabajan la amistad, el buen clima en el grupo clase y la solidaridad y el respeto entre compañeros tendrán mejores estrategias para prevenir las situaciones de maltrato entre iguales.

 

 

¿QUÉ TRASCENDENCIA PUEDEN TENER ESTOS CASOS?

Algunos adultos pueden llegar a pensar que el maltrato entre iguales forma parte de la evolución natural (" los chicos tienen que hacerse mayores, tienen que hacerse fuertes y aprender a defenderse "). Pero la verdad es que es absolutamente indeseable, innecesario e inmoral tener que crecer y "hacerse mayor" de esta forma. La víctima se suele sentir sola, infeliz y atemorizada; perderá la confianza en sí mismo y en los demás y llegará a pensar que siempre va a estar en peligro y amenazada; incluso se sentirá culpable de lo que le pasa. Esto indica que está siendo limitada en su desarrollo personal, que carece de libertad y derechos ante los demás.

El maltrato produce estrés psíquico, lo que constituye un problema grave para la salud de la víctima, quien puede llegar incluso al suicidio en situaciones de desesperación. No obstante, los sentimientos más comunes son angustia, intranquilidad, miedo, falta de confianza, soledad y, en algunos casos, depresión.

En cuanto al agresor, su actitud puede suponer la antesala de conductas pre-delictivas en edad adolescente, pero sobre todo la creencia incorrecta de que se puede lograr poder y liderazgo mediante la imposición, la sumisión del otro y la prepotencia. Es muy probable que un chico que ha sido agresor en la escuela perpetúe las conductas violentas y agresivas en sus interacciones adultas.

 

 

NOS HEMOS ENTERADO POR INDICIOS DE QUE NUESTRO HIJO ESTÁ SIENDO ACOSADO Y MALTRATADO CUANDO YA HAN OCURRIDO MUCHAS AGRESIONES, ¿POR QUÉ NO HA CONFIADO EN NOSOTROS?

A veces los hijos callan su situación de indefensión por falta de comunicación con los padres, por vergüenza, por miedo a la forma en que éstos actuarán o por miedo a las represalias de sus compañeros si éstos averiguan que lo han dicho.

Es, por tanto, muy importante generar confianza con nuestros hijos, para que se sientan seguros y sean capaces de contar con normalidad lo que les ocurre en el centro escolar. Aunque cada vez la vida se vuelve más acelerada, estamos obligados a encontrar tiempo diariamente para conversar con ellos y contarnos la marcha del día.

Si tu hijo o hija tiende a tener problemas con sus compañeros de clase o muestra falta de seguridad en sí mismo, recuerda:

  • Busca la comunicación con él/ella desde edad temprana. Genera confianza desde la escucha y el acompañamiento. Comienza con temas cotidianos e intrascendentes; esto favorecerá la comunicación cuando haya algo que realmente le preocupe.
  • Dedícale a tu hijo el mayor tiempo posible. Cuanto más tiempo le dediques se sentirá más importante e interiorizará que para ti el estar juntos es más valorado que otras cosas.
  • A veces los chicos víctimas de sus compañeros encajan mal las bromas; ayúdale a saber llevarlas y a encauzarlas correctamente. Enséñale a dar respuestas alternativas a su forma habitual de responder a aquello que le resulta incómodo. Dile que puede dar contestaciones elusivas, manifestar su desacuerdo sin enfadarse o irse a otra parte cuando el ambiente se haga demasiado tenso.
  • Refuérzale la autoestima valorando sus buenas cualidades y potenciándoselas.
  • Dale apoyo y seguridad con tu presencia y tu escucha, muestra interés por sus necesidades.
  • A la vez, intenta que se desarrolle todo lo posible por sí mismo. No le sobreprotejas, permítele que afronte los dilemas y conflictos con sus compañeros de acuerdo con sus capacidades. Mantente cercano e intervén si consideras que puede correr algún riesgo importante.
  • Enséñale a defenderse con la palabra y a exponer con decisión aquello que le esté causando desasosiego.
  • En caso de peligro, señálale que debe buscar protección en otros compañeros o en los adultos y que no ha de correr riesgos innecesarios. Si está solo se hace más vulnerable a posibles agresiones.
  • Indícale que no lleve objetos costosos o muy llamativos al colegio (móviles, juguetes caros, dinero, ropa de marca,...), ya que estas cosas pueden causar envidia y propiciar robos o amenazas para conseguirlos.
  • Recuérdale que siempre ha de tener la suficiente confianza como para pedir ayuda a un adulto o un compañero si la necesita, pues siempre va a encontrar a alguien que le escuche y se interese por su situación.

 

¿CÓMO PUEDO AVERIGUAR QUE MI HIJO O HIJA ESTÁ SUFRIENDO ACOSO O MALTRATO POR PARTE DE SUS COMPAÑEROS?

A pesar de los buenos consejos es habitual que la víctima no cuente lo que le pasa, por lo que deberemos estar muy atentos a los indicios que nos indiquen que algo extraño le ocurre. Éstos serían algunos síntomas a tener en cuenta:

Cambios en el estado de ánimo: parece triste.

Se muestra extraño y huidizo.

Parece nervioso; estado que se refleja en miedos nocturnos, micción en la cama, tics nerviosos, irritabilidad, etc.

Se muestra distraído, absorto en sus pensamientos, olvidadizo, asustadizo, etc.

Finge enfermedades o intenta exagerar sus dolencias: dolores de cabeza, de tripa, etc.

Presenta moratones, heridas, etc.

Rehúsa ir a la escuela, expone objeciones varias, simula malestar.

Falta al colegio y da explicaciones poco convincentes cuando se le pregunta el porqué o adónde fue.

No tiene amigos para su tiempo de ocio.

La manifestación de estas conductas no siempre se debe a situaciones de maltrato, por lo que es esencial charlar con nuestros hijos e indagar acerca de aquello que les puede estar ocurriendo. Aunque no siempre sea fácil charlar con un adolescente, pues sus cambios de humor, su deseo de intimidad y su rudeza en el trato -rasgos propios del proceso evolutivo por el que están pasando- hacen en ocasiones muy difícil la comunicación con ellos, los padres debemos emplear todas las estrategias posibles para hablar con ellos, si sospechamos que nuestro hijo está en situación de riesgo o padece maltrato.

 

¿QUÉ PODEMOS HACER CUANDO NUESTRO HIJO ESTÁ INVOLUCRADO EN UNA SITUACIÓN DE MALTRATO EN LA ESCUELA?

Nuestro hijo o hija puede ser víctima, agresor u observador de una situación de maltrato. Si es víctima, desempeñará un papel pasivo; si es agresor, un papel activo; y si es observador, su papel es igualmente activo o, al menos, permisivo, en cuanto su actitud refuerza la actitud intimidadora del agresor hacia la víctima.

En caso de que nuestro hijo esté involucrado en una situación así, debemos tener tranquilidad y, sobre todo, escuchar la información que hayamos averiguado sin trivializarla. En todo caso, podemos dar los siguientes pasos:

1. Escuchar y mostrar interés por el asunto, sin menospreciarlo; no debemos considerarlo " cosa de chicos ".

2. Indagar si realmente ha ocurrido lo que nos cuenta, y no es fruto de su imaginación.

3. Ponerse en contacto con la escuela y solicitar la intervención y cooperación del profesorado.

4. Si lo anterior no funciona, escríbenos: info@atenpsi.es

5. Fijar una estrategia de intervención para detener inmediatamente el daño que se está produciendo, y para tratar a medio y largo plazo las relaciones entre los involucrados.

6. Favorecer una solución adecuada y ajustada a la intensidad de la falta y al daño ejercido. Debemos apoyar a nuestro hijo enseñándole a asumir la responsabilidad que le corresponda.

 

¿QUÉ RELACIÓN DEBO MANTENER CON EL CENTRO ESCOLAR?

Algunos padres y madres de chicos víctimas se enfadan profundamente con el centro escolar al entender que no se está prestando suficiente atención a su hijo y que, debido a esto, han sucedido las agresiones. Es evidente que entendemos que, en situaciones de maltrato, la organización, supervisión y cuidado de los alumnos en el centro escolar son muy importantes; si bien a pesar de ello, a veces, las relaciones ocultas entre los alumnos pueden pasar desapercibidas a los ojos de los profesores. Por ello debemos confiar en la escuela y asumir que va a ser nuestra aliada en la mejora de la calidad de vida de nuestro hijo o hija, en el caso de ser víctima de malos tratos por parte de sus compañeros.

Por el contrario, si nuestro hijo está agrediendo a otros compañeros, lo importante será que cese en dicha actitud, que modifique los comportamientos y que comunique aquello que le está haciendo comportarse así. En ocasiones algunos padres o madres en esta situación entienden que la mejor forma de ayudar a sus hijos es mostrándose hostil hacia la persona que le comunica los hechos (profesor tutor, director, orientador,...) y rehúsan aceptar la implicación de su hijo. Es importante, pues, que entendamos que, una vez averiguado el grado de implicación de nuestro hijo en el proceso de maltrato, éste deberá asumir su responsabilidad y que lo peor que le puede ocurrir es no asumir su culpa y sentir permisividad ante los actos violentos, entendiendo así que el ejercicio del poder mediante la fuerza y el daño ajeno vale la pena, y que, por lo tanto, se puede uno salir con la suya y obtener una recompensa social, al demostrar que se es el más fuerte. Si permitimos que nuestro hijo deduzca esta mala enseñanza, le habremos preparado para repetir en el futuro su comportamiento abusivo sobre otras personas en cualquier contexto (escuela, familia, calle, trabajo, pareja,...), pudiendo causarle graves problemas a él y a cualquier persona con la que se relacione.

En ambos casos (alumno-víctima o alumno-agresor) la escuela ha de trabajar conjuntamente con los padres para abordar el conflicto suscitado, buscando respuestas adecuadas que ayuden a restablecer unas relaciones satisfactorias. Por eso te proponemos que:

  • Acudas a la escuela en cuanto tengas indicios, o simplemente sospechas, de que tu hijo está cometiendo actuaciones de maltrato o que está participando conjuntamente en agresiones a otros compañeros.
  • Intenta hablar con tu hijo e indaga sobre los indicios que observas. Explícale que vas a acudir al centro escolar y que tu intención es buscar una colaboración con la escuela para intervenir en el cese del maltrato.
  • Ponte en contacto con el tutor o, en su caso, con la jefatura de estudios, la dirección o el departamento de orientación del centro e infórmales de tus inquietudes.
  • Confía en que la escuela abordará el problema, tanto de manera individual como con el grupo clase que lo está presenciando.
  • Solicita ser informado de los pasos que se están dando y, a su vez, informa de cualquier mejora en la conducta, así como de posibles nuevas agresiones.
  • Mantén reuniones periódicas con el colegio para acordar actuaciones conjuntas y revisarlas.
  • En caso de que tu hijo sea víctima, si observas que aumenta su miedo, o que se produce un rebrote de las agresiones o que éstas no cesan a pesar de la intervención escolar, comunícalo al centro y, dependiendo del nivel de riesgo, indícales tu intención de denunciarlo en otras instancias.
  • Si tu contacto con la escuela no ha sido todo lo satisfactorio que esperabas, házselo saber y exige que se aborde el problema con toda prontitud. En caso de no considerar adecuada la intervención escolar, ponte en contacto con la Asociación de Madres y Padres (AMPA) o con el Servicio de Inspección educativa y solicita ayuda.
  • Si existe un alto riesgo para tu hijo o la agresión ha sido muy grave, dirigite a PROTEGELES o denúncialo directamente a la policía.

 

Y SI, A PESAR DE TODO ELLO, MI HIJO SIGUE RECHAZADO Y NO QUIERE IR AL CENTRO ESCOLAR, ESTÁ DEPRIMIDO, ETC., O POR EL CONTRARIO CONTINÚA AGREDIENDO A COMPAÑEROS Y PARTICIPANDO EN PROCESOS DE MALTRATO A OTROS COMPAÑEROS...

Desgraciadamente, algunas veces se llega tarde y el daño psicológico que se ha producido a la víctima es tal que, para recuperar su autoestima, requerirá la intervención de un psicólogo.

Algunas víctimas cambian de centro escolar entendiendo que así comenzará una nueva vida escolar. Esto no siempre surte efecto, puesto que puede haber una serie de circunstancias personales en la víctima que propicien la agresión hacia su persona; no hay garantías de que no se den incidentes semejantes en el nuevo colegio. Siempre que sea posible es más recomendable que la víctima restablezca su imagen ante los demás allí donde surgió el problema. Para ello se le deberán indicar una serie de habilidades y conductas que le ayuden a crear nuevos vínculos afectivos y relacionales con sus compañeros. En los primeros años de la adolescencia es esencial que la escuela y la familia trabajen juntos y se apoyen mutuamente, creando oportunidades para el adolescente que le ayuden a recuperar o a renovar su capacidad de una mejor y más satisfactoria relación con sus iguales.

Sin embargo, el cambio de centro escolar debe ser aconsejado para el agresor en caso de no cejar en su empeño. Al retirarle del contexto que le ampara y en el que encuentra el apoyo y la posición social que le permite ejercer el poder de forma abusiva, se le obliga a situarse en una situación más homogénea con el grupo de nuevos compañeros en el nuevo centro y se le otorga la posibilidad de buscar nuevas relaciones con actitudes y comportamientos distintos. Además, con el cambio, el chico o chica agresores han de asumir que su conducta es contundentemente inadmisible en la sociedad, que no se les permite bajo ningún concepto y que tiene consecuencias: apartarle de su grupo de amigos, que reforzaba su conducta agresiva e irrespetuosa hacia un compañero.

También, desde una perspectiva educativa, la ejemplaridad para el conjunto de la escuela, al conocer que las conductas de hostigamiento y maltrato graves no son permisibles y que se toman medidas firmes en caso de no cesar, favorece que el conjunto del alumnado asuma que lo que se dice es coherente con lo que se hace, lo que de ninguna forma sería el caso si tuvieran que cambiar de centro aquellos que necesitan más protección, apoyo y ayuda por parte del conjunto de la escuela: las víctimas.

 

Fuente: Anti-Bulling. Linea de ayuda frente al acoso escolar.

 

* Nota: La información facilitada en este portal es sólo de carácter orientativo. Recuerde que únicamente el profesional de la salud está capacitado para efectuar un diagnóstico.

 

 

 

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